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El envejecimiento es un proceso natural que afecta a todos los seres vivos. Sin embargo, hay varios factores que pueden influir en la velocidad y la forma en que envejecemos. Podemos diferenciar entre dos tipos de factores: intrínsecos y extrínsecos.

Factores intrínsecos o genéticos

Estos factores son inherentes a cada individuo y están determinados por nuestra genética. Incluyen características como la anatomía, el equilibrio hormonal y la predisposición genética a ciertas condiciones. Por ejemplo, el grosor de la piel y el tipo de pigmentación (fototipo) son factores intrínsecos. Las pieles más gruesas o los fototipos más elevados tienden a resistir mejor el envejecimiento. Desafortunadamente, estos factores son poco modificables, por lo que nuestras opciones para prevenir el envejecimiento a través de ellos son limitadas.

Factores extrínsecos o estilo de vida

Estos factores están relacionados con nuestro estilo de vida y son los que podemos modificar para influir en el envejecimiento. Entre ellos se encuentran el ejercicio físico, la alimentación, la exposición solar, el descanso, el consumo de alcohol y el tabaco. La forma en que gestionamos estos factores puede hacer que algunas personas envejezcan mejor que otras. Actuando sobre ellos, podemos ralentizar el proceso de envejecimiento y mejorar nuestra calidad de vida a largo plazo.

Factores extrínsecos clave en medicina estética

En medicina estética, dos de los factores extrínsecos más trabajados son la exposición solar y el tabaco.

Exposición solar

Es bien sabido que el sol envejece la piel, y lo hace principalmente a través de dos mecanismos:

  1. Producción de melanina: La piel se defiende del sol produciendo melanina, lo que nos hace broncearnos. Sin embargo, no existe un bronceado saludable. La producción de melanina es una respuesta defensiva de nuestro organismo, similar a cómo nuestro cuerpo eleva la temperatura (fiebre) para combatir una infección. Por tanto, aunque el bronceado pueda parecer atractivo, es una señal de daño en la piel.
  2. Daños en la piel: La exposición solar produce daños que la piel intenta reparar. Mientras la exposición sea moderada, la piel puede gestionar estos daños. Pero una exposición excesiva supera la capacidad de reparación de la piel, lo que conduce a un envejecimiento prematuro. Además, cuando la piel está ocupada produciendo melanina o reparando daños, no puede producir colágeno, elastina y ácido hialurónico, moléculas esenciales para mantener la piel joven y saludable.

Tabaco

Aunque es ampliamente conocido que el tabaco es perjudicial para muchos órganos, especialmente para los pulmones, menos personas son conscientes del impacto negativo que tiene en la piel, el órgano más grande del cuerpo humano.

El tabaco afecta la microcirculación, que es crucial para el suministro de nutrientes y oxígeno a la piel. La alteración de la microcirculación reduce el flujo sanguíneo a la piel, lo que impide que realice correctamente sus funciones. Esto resulta en una disminución de la producción de colágeno, elastina y ácido hialurónico, así como alteraciones en la secreción sebácea y la función barrera de la piel. Consecuentemente, la piel se vuelve más propensa a infecciones, deshidratación, pérdida de luminosidad y elasticidad, y envejecimiento prematuro.

Mejorar nuestra salud a largo plazo

En resumen, aunque los factores intrínsecos del envejecimiento están fuera de nuestro control, podemos influir significativamente en los factores extrínsecos mediante decisiones conscientes sobre nuestro estilo de vida. Proteger nuestra piel del sol y evitar el tabaco son dos de las acciones más efectivas que podemos tomar para ralentizar el envejecimiento y mantener una piel saludable y juvenil. Incorporar hábitos saludables en nuestra rutina diaria no solo nos hará lucir mejor, sino que también mejorará nuestra salud general y bienestar a largo plazo.

Manuel Martín

Autor Manuel Martín

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